Siberia
La piel vacía

LA PIEL VACÍA es una pieza para 5 bailarinas que explora el concepto de piel como contorno, límite y medio.
La obra investiga la potencialidad misma del lenguaje danzado proponiendo una experiencia estética que cautiva y violenta las formas de percepción de los sentidos. A través de la corporeidad de las intérpretes, la arquitectura de los cuerpos, el diseño espacial, la composición de imágenes y el ritmo, la pieza “revela” ese “algo más“ que escapa a una definición concreta, empapando nuestros sentidos y provocando un imaginario que huye del dominio del lenguaje hablado.
La piel durante un tiempo puede ser un habitáculo gozoso, pero también convertirse en una cárcel. A través de la piel nos relacionamos, pero no podemos tocar el interior, no podemos traspasarla. ¿Qué dice la forma de nosotros?, ¿qué transparenta la piel?. Cuando nuestra piel ya no nos contiene, cuando se arruga, cuando la forma se desdibuja, cuando se desvanece, ¿qué queda?. ¿Qué pretendemos al besarnos o abrazarnos?, ¿y al cantar? Estas preguntas generan la danza de, articulada, técnica, exigente, con un fuerte sentido de la forma y la dinámica, impulsiva e implosiva.
El espacio sonoro destaca por su singularidad, intervenimos en directo el sonido ambiente de la escena a través de una instalación de microfonía que amplifica los sonidos de los cuerpos. Además el vestuario está hecho de látex, una piel artificial que contiene los cuerpos y sujeta las formas. La coreografía está compuesta desde su sonoridad y su textura. Sonido y vestuario expanden la percepción de las formas. El espacio escénico y la iluminación sitúan la pieza en una especie de limbo, un lugar acotado, fuera del tiempo y del espacio donde se agudiza la sensibilidad, permitiendo al espectador abandonarse a sus sentidos, nos permite traspasar la piel.