12/dic
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‘Así pasen veintitrés años…’ (V)

La periodista especializada en danza Marta Carrasco describe en esta ocasión una época de zozobra de nuestro festival que combinó tres años de inactividad y el inicio de una etapa de itinerancia en los escenarios donde se celebró. Puede leer el anterior capítulo aquí.

Año en blanco y retorno

Sin embargo, los malos augurios se cumplieron. En 1996 no hubo festival de Itálica a pesar de los lamentos que ello produjo en la gran familia de la danza mundial. Desde todos sitios llegaban noticias que mostraban su preocupación y daban ánimos para recuperar el evento.

Con gran esfuerzo había que empezar otra vez. El capital adquirido a lo largo de tantos años y de tan alta calidad, no debía dejar perderse.

En 1997 se produjo un año-puente en el que el Festival encontró cobijo en el Monasterio de la Cartuja con actuaciones de compañías andaluzas como Manuela Nogales o de artistas como La Ribot y el regreso del siempre fiel Ballet de Víctor Ullate. Pero el espacio no convenció. Los hornos botella del monasterio y fábrica de porcelana fueron una escenografía efímera.

En 1998 más por interés de que la marca Itálica no desapareciera se volvió a realizar el festival, pero eso sí, había perdido su carácter exclusivo de danza. Actuaron desde Amancio Prada a Paco Rabal; desde It Dansa al Centro Coreográfico de Tours junto a Chano Domínguez, Compay Segundo o Martirio. Algo no funcionaba bien. Y pasó.

Llegó 1999 y no hubo festival. Tampoco en el 2000. ¿Qué ocurre en esta ciudad donde se producen las mejores gestas, donde se crean precedentes históricos y luego todo se pierde por alguna razón oculta? ¿Había que dejar que Itálica desapareciera? Ya habíamos perdido el Festival de Cine, el de Jazz, el de Música de Cine, el de la Guitarra…, ¿cuántos más?

En el año 2001 la Diputación retomó el festival, pero recapituló en cuanto a su filosofía: sería bienal. Es decir, los años impares. Más vale así, pensamos quienes habíamos defendido el festival a capa y espada, al menos no se pierde. Ese año el lugar elegido fue el Patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla donde actuaron la Kibbutz Dance Company, la Compañía Andaluza de Danza, Lydia Azzopardi y Cesc Gelabert, la compañía de Vicente Sáenz y, sobre todo, el Nederland Dance Theater que trajo a sus tres elencos: el I, II y III. Por cierto que el festival siguió apostando por la creación local y tuvo una curiosa inauguración en los jardines del Real Alcázar bajo el título de Musas, ninfas, nereidas y otros mitos con bailarinas como Elena de Vega, Lorena Calleja, Sandra Bonilla, María Cabeza de Vaca y Marta Toro.

¿Se había salvado Itálica de convertirse en ruina como la ciudad que le da el nombre?

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