17/nov
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‘Así pasen veintitrés años…’ (II)

Continuamos rememorando el recorrido por la historia del Festival de Itálica que la periodista especializada en danza Marta Carrasco hizo para nuestra edición de 2011. En este capítulo se centra en los grandes nombres y compañías en el periodo entre 1988 —en el que nuestro festival se especializa definitivamente— y el año 1990. Puede leer el anterior capítulo pinchando aquí.

El año clave 1988 es el año clave de la historia de Itálica porque supone su transformación en Festival Internacional de Danza, el único en su género en nuestro país durante muchos años.

Esa edición tuvo un cartel de lujo. Vino por primera vez a España el Nederland Dans Theater dirigido por Jiri Kilyan y entre su elenco, un jovencísimo bailarín español, Nacho Duato. Poco imaginaría Duato que dos años después volvería a Itálica en calidad de director de la Compañía Nacional de Danza. Por cierto, el Nederland interpretó Arenal, una coreografía de Nacho Duato con canciones de María del Mar Bonet y que este elenco había estrenado en Amsterdam en enero de ese mismo año. 1988 fue también la edición de los grandes mitos. Vimos desfilar por las ruinas de Itálica a la maestra de la danza cubana, Alicia Alonso junto a otro de los grandes bailarines de la escuela cubana, Jorge Esquivel, y la gran bailarina rusa (Premio Príncipe de Asturias), Maya Plisetskaya, a la sazón directora del Ballet del Teatro Lírico Nacional de España quien hizo un fragmento de Carmen, aún en el recuerdo de todos, vestida de tutú rojo y luciendo un hermoso abanico de encaje negro. Junto a ellos, compañías míticas, Momix y David Parson. En su clausura, La,la,la Human Steps nos llevó al mundo de la fantasía con un montaje donde la luz hacía que los bailarines aparecieran flotando en el aire sobre las ruinas… Itálica hacía el resto y la leyenda comenzaba a forjarse.

Itálica comenzaba a ser una necesidad perentoria de los veranos de Sevilla. Pero no se crean, no todo era danza. Cuando Miguel Ángel Pino tomó posesión de la presidencia de la Diputación el jazz llegó a Sevilla. Miles Davis, John Coltraine o B.B. King, conformaron maravillosos programas de aquel añorado y desaparecido festival de jazz, una música también presente en, como dice el verso, “Itálica famosa”. Tras los espectáculos, grupos de jazz amenizaban el ambigú del festival, un lugar donde noctámbulos y aficionados nos quedábamos en amplias tertulias, y donde luego era posible compartir junto a los propios artistas anécdotas y largas charlas.

Y para anécdota aquella sucedida en el 1989 cuando, actuando en el festival el maestro Víctor Ullate impuso un correctivo a sus jóvenes e inquietos bailarines: ensayo a las 4 de la tarde…, ¡en Itálica en julio! Aún recuerda Ullate con sonrisas la lección de urbanidad dancística. En aquel elenco del ballet del maestro, estos nombres: Tamara Rojo, Igor Yebra, María Giménez, Lucía Lacarra, Angel Corella, varios premios nacionales y Príncipes de Asturias de la Danza… Fue el año en el que además, mi “mitómetro” se llenó al completo, actuaron en Itálica Trisha Brown y Mathilde Monier, Mark Morris y Alwin Nikolais. ¿Van apuntando nombres? No los olviden.

La ciudad se preparaba para la Expo 92 aún sin saberlo. Mientras, en Santiponce se sucedían año tras año los desembarcos de estrellas. En 1990 pisó por primera vez Sevilla el Cullberg Ballet con Mats Ek y Ana Laguna junto a Frederic Flamand y el Plan K. Si el año anterior había venido el Ballet de la Ópera de Sttutgart, en 1990 fue el de la Ópera de París, aquel donde Nureyev había sido la gran estrella, el que pisaba el escenario romano, junto a otro elenco galo, la Ópera de Nancy.

Y volvió también Nacho Duato, eso sí, ya como director del Ballet Lírico Nacional que años después cambiaría el nombre a Compañía Nacional de Danza.

Foto: Centro de Documentación de las Artes Escénicas.

Continuará.

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